DEJARSE GANAR ES SIEMPRE LO MÁS COMODO

crupier

Este cuento se lo dedico a Beatriz G Barbeito con la que comparto el proyecto Feliz y Rentable. Está inspirado en las dinámicas que realizamos para DESARROLLAR Y RETENER EL TALENTO en las empresas y descubrir tanto valores personales como de empresa.

mario

Esa tarde lluviosa de juegos de mesa en familia, entre risas y amargura, Mario descubrió que estaba vacío.

Su exitosa vida social había borrado su persona.

En sus tiempos muertos, lo único que le desenganchaba del móvil y le volvía a arrancar su sonrisa infantil era inventar historias. Los aeropuertos le daban mucho juego. Sus momentos preferidos eran los minutos antes de la cola de embarque o justo después de aterrizar. Mirar la cara y las expresiones de las personas. Curiosear sus movimientos mientras hablan por teléfono o chatean. Escuchar su tono de voz. Observar cómo se dirigen a sus acompañantes o se despiden de la tripulación. Todos estos elementos eran más que suficientes para imaginar si esa persona sería o no feliz.

Le costaba encontrar personas que tuviesen un brillo especial en sus ojos. Personas que sólo su presencia invitaba a estar cerca de ellas, a saludarlas, a hablar con ellas a querer contagiarse de su buen rollo para que le acompañase durante todo el día.

Sin embargo, Mario nunca se había dado la libertad de mirarse desde fuera para fantasear y opinar sobre su propia vida. En el fondo no le hubiese gustado. ¿Mirarse en un espejo para comprobar qué hay dentro de sí mismo? ¿Y si no había nada?.

Esa tarde lluviosa, jugando a las cartas con sus hijos se había dejado ganar todas las partidas. Una vez repartida la baraja, descubría su jugada y dejaba que sus hijos pudieran robar de su mano las cartas que mejor le venían. Después de consentir todas estas trampas y empezaba realmente a jugar, no tenía ni una carta buena para salir. Incluso a veces, para facilitar que el resto de la familia ganara dejaba que los demás decidieran por él cómo empezar.

Y después de ese repetido acto de generosidad partida tras partida, sus hijos decidieron que no tenía ninguna emoción seguir jugando. Empezaron los enfados discutiendo si papá ayudaba más a un hijo que al otro.

– ¡No quiero jugar más! Es muy aburrido y siempre favoreces a Rut – gruñía su hijo

– Sí que es aburrido jugar así Rodrigo. ¡¡ Porque SIEM-PRE GA-NAS TÚ !! – gritaba su hija marcando muy bien las sílabas.

Y en ese momento su cabeza hizo clic

Ni regalando sus mejores cartas había conseguido contentar a sus hijos. Las había puesto todas encima de la mesa. Aún así nadie estaba contento. Ni él mismo lo había pasado bien jugando en familia.

Mario se levantó de la mesa y miró tranquilamente cada gota que había en la ventana. Fue la primera vez que se permitió el lujo de ver su vida desde la distancia. Al igual que hacía en los aeropuertos con tanto desconocido decidió opinar sobre su vida y enfrentarse a su miedo.

Su vida reflejaba, como muchas otras que había imaginado, que era color gris.

Inmediatamente después, una incómoda ola de calor invadió su cuerpo. Ahora lo entendía todo. Apretando los puños y cerrando los ojos le empezaron a venir en blanco y negro los flashes de tantas y tantas renuncias personales. No habían servido para hacer felices a los demás. Ni tampoco a él mismo.

Desde que estaba con su pareja rara vez quedaba con sus amigos de verdad. Las reuniones con su familia carnal habían disminuido. Se había acabado el gimnasio, las pachangas de baloncesto, las risas y cervezas de después. Incluso no había dicho nada cuando su mujer Karen hizo desaparecer de casa su rincón de escritura y lectura para darle más sitio de juego a sus hijos. Siempre pensó que a todo el mundo le pasa lo mismo.

Cuántas veces había oído a su entorno decir que para tener una vida responsable había que hacer muchas renuncias.

Profesionalmente había enterrado todos sus sueños profesionales de hacer algo que le hiciese sentir importante, que le llenara. Una buena nómina con la que tener una vida social exitosa había comprado su alma. Era un profesional excelente en su trabajo. Pero hacía años que se veía estancado. Ya no tenía ni ilusión ni retos. Ya no proponía nada. Ya no defendía sus opiniones. Todavía se acuerda de aquella bronca que tuvo hace cinco años con el CEO cuando expresó su malestar con las decisiones que se estaban tomando y hacían peligrar no sólo la supervivencia de la empresa sino todas sus nóminas.

Lo único que lo salvó del despido fue que, desgraciadamente, como si se tratase de un guión de película, se fueron cumpliendo todas las predicciones. Ese año de crisis se convirtió en la persona imprescindible para sacar a la empresa de toda aquella situación. Cómo disfrutó dando la vuelta a toda aquella situación.

Cuando el río volvió a su cauce, ya nadie se acordaba de lo que había pasado. Siguieron relegándole en las decisiones, siguieron cortándole las alas, siguieron haciendo las mismas cosas de siempre.

Pidió y disfrutó de una reducción de jornada para estar más tiempo con sus hijos. Lo único que consiguió fue trabajar más horas. Porque cuando estaba en casa, su CEO le llamaba pidiendo un trabajo inútil de sacar datos e informes con los que no se tomaban decisiones, pero que hacían quedar a su jefe como controlador de la situación.

Mario siempre decía que sí a todo.

lucinda

Hace muchos años Mario y Lucinda trabajaron juntos. Lucinda era una comercial angoleña con la que se sentía vivo laboralmente. Proyectos cañeros en la que sólo ellos dos creían y además disfrutaban preparándolos. Para evitar la presión del «no» de otras ocasiones, trabajaban «clandestinamente» hasta que conseguían venderlo a algún cliente. Podían innovar, dar rienda suelta a la imaginación, superar retos, sentirse vivos, reconocerse en lo que hacían.

Lucinda era una persona brillante. Cuando era pequeña, había huido con su familia de las guerras de su país desde Puerto Lobito. Casi se mueren todos deshidratados del viaje ilegal. Y una vez en Europa le había costado muchos años legalizar su situación.

Su primer trabajo fue comercial de puerta fría en Portugal vendiendo seguros. Sin duda era una de las mejores. Las comisiones siempre suponían el doble de su sueldo. No se sabía muy bien por qué, pero transmitía confianza a los clientes, seguridad en sí misma. Y eso que era mujer, extrajera y negra procedente de un país africano y viviendo en Europa. Nadie le había regalado nada.

Todavía recordaba la comida que tuvieron previa a su contratación. Lucinda le había dicho varias veces «no» al camarero. La primera mesa que les propuso el camarero para comer no le gustó, así que eligió otra que a ella le parecía más tranquila. El vino estaba picado y así lo hizo saber. La segunda botella ya estaba en buenas condiciones y le hizo al camarero probar los dos vinos para que supiese que estaba en lo cierto. El segundo plato y el café se los trajeron demasiado rápido. Así que en vez de dejarlos en la mesa como hubiese querido el camarero, le pidió amablemente que se lo trajese más tarde para que no se enfriase. Y al final de la comida, el camarero seguía hablando con ella con una sonrisa de oreja a oreja, con felicidad. ¿Cómo podía llegar a tener ese magnetismo?

Lucinda abandonó la empresa por falta de motivación, por trabajar «clandestinamente». Le propuso montar un negocio juntos donde pudieran hacer lo que hacían actualmente pero de una forma libre. Claro, sin el respaldo de la marca de una empresa importante. Empezando desde cero. Pero Karen no le apoyó ni le entendió en el cambio de trabajo. La única respuesta que obtuvo fue:

¿Cambiar el botín de una indemnización jugosa por una vida imprevista y llena de riesgos? No, gracias.

Esa tarde lluviosa se dio cuenta que

ya no tenía ninguna carta por jugar

Siempre se había dejado ganar por dar gusto a los demás. Ya no le quedaban aficiones ni retos profesionales. Estaba en la vida por estar, haciendo lo que los demás pensaban que era correcto hacer.

Y volvió a recordar a Lucinda. El bienestar que desprendía, el brillo de sus ojos, el magnetismo de su sonrisa. El tipo de personas que raramente se ven en los aeropuertos. Siempre le hablaba de la importancia de los valores, de estar a gusto con uno mismo, de sentirse auténtico.

Lucinda le insistía a Mario que se dedicase a ser él mismo. Sería más féliz si fuese él mismo, si recuperase sus aficiones si respetase sus valores.

– Yo tengo mis valores y estoy comprometido con ellos. Creo en la solidaridad, que no haya hambre en el mundo. Estoy asociada a la Cruz Roja y doy un donativo mensual, participo en el Banco de Alimentos – saltaba Mario cuando Lucinda le decía con mucho cariño que no tenía valores auténticos.

Lucinda respondía siempre con una sonrisa que esos valores sociales, a no ser que seas misionero o trabajando en una ONG, no te definen como persona. Que hay que definirse con tres palabras auténticas. ¿Tú crees que si dejases de dar tu donativo a una ONG, seguirías siendo la misma personas? Entonces, ese no es un valor fundamental.

Piensa, piensa. ¿Qué te define como persona?

Y tantos años abandonado a la vida social perfecta, no sabía ni qué tres palabras le definían y eran irrenunciables que estuviesen presentes en su vida.

¿Qué tres valores te definen de verdad?

Y lo más difícil, cómo volver a sentir la vida si todavía no sabía ni quién era.

nombre-reto

Mi lema es «Hacer sencillo lo que parece complejo» y estoy comprometido con que mejores tu día a día. Paso a paso. Muy fácil.

Te pido 15 minutos de tranquilidad (en una vida no son muchos) y a través de estos ejercicios te acompañaremos Bea y yo para que puedas poner nombre a lo que eres.

Coge una hoja de papel en blanco y un boli.

Relájate. Encuentra un momento y sitio tranquilo para estar contigo mismo.

Aunque esté en Youtube, puedes cerrar los ojos y escuchar. Dale al play y escucha. Son 2 minutos y 26 segundos.

 

 

Escribe en esa hoja de papel todo lo que te ha venido a la mente en la visualización. ¿Ya lo tienes?

  • ¿Qué era lo realmente importante para ti en ese momento? ¿Qué estabas transmitiendo? ¿Qué había a tu alrededor? ¿Qué no podía faltar? ¿Qué era imprescindible para ti en ese momento? Si era una persona u objeto, pregúntate el valor que tiene para ti.
  • ¿Qué dos personas o tipos de personas son admirables para ti? ¿Qué habilidades tienen que hacen para ti que sean maravillosas?
  • ¿Qué no puede faltar en tu vida?
  • ¿Qué es lo que realmente te molesta?

De aquí tienes que sacar tus valores. Si todavía no los tienes, aquí te dejo un listado en tres columnas para que los vayas seleccionando. En la primera columna 10; en la segunda columna 5; en la tercera columna escoge 3 valores.

valores

Si no lo has hecho nunca, es complicado sacarlos. Así que si todavía estás atascado, te dejamos aquí otro vídeo con un ejemplo de cómo tu visualización y la lista de valores te puede ayudar a sacar los tuyos propios, a poner nombre a quién eres.

 

Si quieres seguir conociéndote a ti mismo, y saber Cómo se puede retener y desarrollar el talento en tu empresa, descárgate la guía FELIZ Y RENTABLE, haciendo clic aquí que he desarrollado junto a Beatriz G Barbeito y de la que sólo te hemos mostrado una parte.

Y si crees que ayudar a que las personas sean felices, ayuda a multiplicar la productividad en el trabajo.

Echa un vistazo a nuestros servicios profesionales para empresas haciendo clic aquí. Personas felices hacen empresas más rentables.

Nos comprometemos a ayudar a las personas a ser más felices, a sentirse orgullosas de su empresa y a ser más productivos. Tus indicadores de gestión mejorarán.

Invítame a conectar si quieres tener un contacto diferente como ya dicen otros profesionales. Mi objetivo es aportar para hacer el día a día más fácil. Incluso si no vas a contratar nada con tu empresa, pregúntame a mí o Beatriz todas las dudas que tengasTe contestaremos personalmente y además me servirán de sugerencia para escribir otros artículos que sean de tu interés.

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Dime después de leer este cuento. ¿Con quién te identificas más? ¿Con Mario? ¿Con Karen? ¿Has vivido experiencias similares? ¿Ya has puesto nombre a quién eres?

#FelizYRentable #Valores

David Díaz Robisco ayuda a gerentes que quieren controlar e impulsar su empresa a través de la creación de información relevante que alinea al equipo con el mercado y reduce los riesgos en la toma de decisiones.

Puedes ponerte en contacto conmigo a través de linkedIn o del correo electrónico david@informacionparalaaccion.com

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